Nuestro cuerpo es fruto de una maravillosa obra de ingeniería en la que todos los comportamientos tienen su razón de ser, aunque en algunas ocasiones puedan resultarnos molestos.
El estrés nace de la necesidad de tener herramientas en el momento de resolver situaciones que estamos interpretando como peligrosas. Luchar o huir son el objetivo de esta respuesta orgánica. Por lo tanto, se trata de un sistema de defensa, que cambia nuestro funcionamiento normal para poder hacer frente a la adversidad y sobrevivir.
Cuando estamos sometidos a situaciones adversas en las que nuestro cuerpo interpreta que debemos estar en alerta, se producen una serie de reacciones a nivel de organismo:
- Se activa el sistema nervioso simpático y el corazón se acelera, sube la presión sanguínea, aparece la sudoración y los pulmones hiperventilan. Los cinco sentidos se acentúan analizando el peligro por acción de la dopamina y la musculatura estimulada por la adrelina se prepara para responder.
- Se libera la hormona del estrés, el cortisol, para facilitar la obtención de energía rápida.
- Se desactiva el sistema nervioso parasimpático, encargado de la digestión. Se detiene completamente cualquier tarea relacionada para no entorpecer la respuesta.
Estos desajustes hormonales, de azúcar y oxigenación nos hacen entender que no es un estado que podamos perpetuar de forma continuada. El problema no está en tener este tipo de respuesta, más bien en nuestra convicción de peligro constante, es decir, en nuestra forma de vivir e interpretar la realidad. Es bueno estresarnos cuando el peligro se avecina, ya que nos da la energía para resolver, pero lo que no es aconsejado es vivir en este estado de manera permanente. Problemas en el trabajo, una agenda saturada, preocupaciones económicas, asuntos familiares, una discusión, presiones, prisas, ya no son un león que de vez en cuando aparece y nos pone en alerta, sino que están presentes en nuestro continuo día a día. Este hecho pone en peligro nuestro equilibrio y salud.
Para combatir esta situación debemos darle a nuestro cuerpo la información correcta, adaptando nuestra percepción al ritmo de vida, tomando conciencia y evitando la idea del depredador que nos ronda constantemente.
Existen diversas técnicas naturales que nos benefician en este trabajo y en las que podemos recurrir desde una perspectiva respetuosa. Dentro de la naturopatía utilizamos un concepto relacionado con la propiedad de regular esta respuesta que tienen algunos remedios naturales: la propiedad Adaptógena. Como indica su nombre, nos habla de la capacidad de adaptarnos a nuevas realidades. Los recursos que tienen beneficios adaptógenos regulan el sistema nervioso, endocrino y emocional, consiguiendo que podamos vivir la vida desde una perspectiva más calmada y serena.
En la fitoterapia y la micoterapia, técnicas que consisten en el uso de plantas y setas medicinales, tenemos remedios con capacidad de equilibrar estas respuestas de estrés y sus efectos. Son claros ejemplos, plantas como el astrágalo, la bacopa y la rodiola, o también hongos como el reishi y el cordyceps.
Todas estas ayudas externas nos sostendrán en este proceso, pero no olvidemos que es necesaria la propia implicación y voluntad en el cambio de visión a la hora de definir nuestros peligros reales. La meditación, los ejercicios de respiración, tener momentos para cuestionarnos amablemente lo que sentimos, pueden ser elementos clave en este trabajo hacia nuestro interior y nuestra paz.
Desde mi trabajo en consulta integro la conciliación entre el desarrollo personal, el despertar consciente y el trabajo natural para favorecer este camino de equilibrio hacia nuestro bienestar considerando todas las esferas de nuestro ser. Para más información no dudes en escribirme mediante el formulario del apartado «Contacta».